Un
desagüe, el fin…tal vez el comienzo. Nos obcecamos tanto en una idea, en un
camino, en llegar a una meta que perdemos la esencia de cada baldosa que
encontramos por el camino. Son los tiempos venideros y las historias que
vivimos los que realmente disfrutan de nuestro caminar porque en realidad no
llegamos a ser conscientes de lo que vivimos.
Somos
conscientes de cómo reaccionamos a cada paso que debemos dar pero en realidad
no saboreamos el momento de ese paso. Creemos que si pero en realidad es que
no. Notamos que andamos pero no nos damos cuenta de la presión que ejerce
nuestro pie sobre la baldosa y como ello nos da el impulso suficiente para
elevar el pie y continuar en ese mágico, escueto y divertido momento que
resulta ser ‘’el conocernos’’.
El
agua purifica…o eso dicen. Supongo que será cierto aquello del vínculo y el
recuerdo inconsciente con el vínculo materno, no me he documentado para
redactar estos dos renglones. Pero siempre nos sentimos confortados después de
una ducha de agua caliente tras un largo día de trabajo o simplemente un largo
día; o tras realizar unos largos en la playa, llegar a la boya más lejana y
mirar el horizonte hasta donde se confunden los azules y la mente saborea la
calma de estar en paz antes de llegar a la agitada orilla.
Cuando
estoy estresado soy capaz de beber yo sólo más o menos medio litro de agua, a veces del tirón…y me da el
rebufo (jaja)…pero me reconforta. No me preguntéis porqué pero es un hecho. En
realidad somos como el agua, nos resulta fácil fluir y dejarnos llevar, y en
los momentos donde hay un obstáculo encontramos de una forma u otra la manera
de rodear el obstáculo y llegar a esa meta, ese desagüe.
Lo
que no sabemos es la caída hacia otros veinte desagues que confluyen en un gran
alcantarillado…y si erramos en la elección de la cañería no sabemos en qué
parte del mundo podemos llegar a desembocar. Quizá acabamos en esa playa donde
tantas parejas hemos visto mientras nos sentábamos sobre la arena a tomar el
sol, leer un libro…; quizá acabamos en la ducha de cualquier desconocido
volviendo a comenzar con la rutina de costumbre…dejarnos fluir por su cuerpo en
un suspiro de vapor, y luego si te he visto no me acuerdo…y te tiro por el
desagüe; quizá acabemos en un circuito cerrado y, aunque nos agobie la idea,
disfrutemos de saber qué ocurrirá mañana cuando disfrutemos de la ducha o nos echen al tirar de la cadena.
Supongo
que la pureza de nuestros pasos está en saber fluir con un mínimo de freno y
escoger bien las cañerías por las que andar. Pero por desgracia eso sólo se
sabe equivocándonos de camino en el 90% de las decisiones…hay siempre una
pequeña suerte de un mínimo pero notable 10% en el que decidimos bien.
Hay
quien tiene suerte y puede encauzarse al río por el que comenzó a nadar, y hay
quien aprende a mojar sus baldosas aunque no le guste el camino y así pueda
fluir con tranquilidad. Pero nunca se tiene la oportunidad de regresar a ese
embalse o manantial donde se nace, somos agua pero no llovemos, no nos evaporan
las ideas y las ponen en un nuevo cuerpo, en una nueva gota que volverá a
surcar ríos y cañerías, siendo así posible la idea de renacer y no
errar…aquello de ‘’si con 18 años supiera lo que sé con 32’’ pero eso es lo
bonito de fluir, al menos desde mi empapado punto de vista; la posibilidad de
aprender, de ver la grieta en una baldosa por primera vez y como el agua,
humedecer la que veamos en el segundo, así nuestros pies no sufren tanto y sabremos
salvaguardarnos de futuras grietas. Al fin y al cabo somos agua que fluye por
un camino sin saber a ciencia cierta donde está la desembocadura que nos
ampliará la perspectiva a un océano de posibilidades…al menos eso se supone que
es vivir, nacer, caminar, tropezar, aprender, y volver a caer…lo de comer y
follar, y también reproducirse, viene por distintas partes del camino.
Sincero,
concreto, pensativo y acuático…cada uno
refleja lo que siente, ¿no?
No hay comentarios:
Publicar un comentario