miércoles, 14 de noviembre de 2012

ARTÍCULO 13. CUANDO EL AGUA FLUYE SIN PREGUNTAS 20/08/12

Cuando el agua fluye sin preguntas.


            Un desagüe, el fin…tal vez el comienzo. Nos obcecamos tanto en una idea, en un camino, en llegar a una meta que perdemos la esencia de cada baldosa que encontramos por el camino. Son los tiempos venideros y las historias que vivimos los que realmente disfrutan de nuestro caminar porque en realidad no llegamos a ser conscientes de lo que vivimos.

            Somos conscientes de cómo reaccionamos a cada paso que debemos dar pero en realidad no saboreamos el momento de ese paso. Creemos que si pero en realidad es que no. Notamos que andamos pero no nos damos cuenta de la presión que ejerce nuestro pie sobre la baldosa y como ello nos da el impulso suficiente para elevar el pie y continuar en ese mágico, escueto y divertido momento que resulta ser ‘’el conocernos’’.

            El agua purifica…o eso dicen. Supongo que será cierto aquello del vínculo y el recuerdo inconsciente con el vínculo materno, no me he documentado para redactar estos dos renglones. Pero siempre nos sentimos confortados después de una ducha de agua caliente tras un largo día de trabajo o simplemente un largo día; o tras realizar unos largos en la playa, llegar a la boya más lejana y mirar el horizonte hasta donde se confunden los azules y la mente saborea la calma de estar en paz antes de llegar a la agitada orilla.

            Cuando estoy estresado soy capaz de beber yo sólo más o menos medio  litro de agua, a veces del tirón…y me da el rebufo (jaja)…pero me reconforta. No me preguntéis porqué pero es un hecho. En realidad somos como el agua, nos resulta fácil fluir y dejarnos llevar, y en los momentos donde hay un obstáculo encontramos de una forma u otra la manera de rodear el obstáculo y llegar a esa meta, ese desagüe.

            Lo que no sabemos es la caída hacia otros veinte desagues que confluyen en un gran alcantarillado…y si erramos en la elección de la cañería no sabemos en qué parte del mundo podemos llegar a desembocar. Quizá acabamos en esa playa donde tantas parejas hemos visto mientras nos sentábamos sobre la arena a tomar el sol, leer un libro…; quizá acabamos en la ducha de cualquier desconocido volviendo a comenzar con la rutina de costumbre…dejarnos fluir por su cuerpo en un suspiro de vapor, y luego si te he visto no me acuerdo…y te tiro por el desagüe; quizá acabemos en un circuito cerrado y, aunque nos agobie la idea, disfrutemos de saber qué ocurrirá mañana cuando disfrutemos de la ducha o nos echen al tirar de la cadena.

            Supongo que la pureza de nuestros pasos está en saber fluir con un mínimo de freno y escoger bien las cañerías por las que andar. Pero por desgracia eso sólo se sabe equivocándonos de camino en el 90% de las decisiones…hay siempre una pequeña suerte de un mínimo pero notable 10% en el que decidimos bien.

            Hay quien tiene suerte y puede encauzarse al río por el que comenzó a nadar, y hay quien aprende a mojar sus baldosas aunque no le guste el camino y así pueda fluir con tranquilidad. Pero nunca se tiene la oportunidad de regresar a ese embalse o manantial donde se nace, somos agua pero no llovemos, no nos evaporan las ideas y las ponen en un nuevo cuerpo, en una nueva gota que volverá a surcar ríos y cañerías, siendo así posible la idea de renacer y no errar…aquello de ‘’si con 18 años supiera lo que sé con 32’’ pero eso es lo bonito de fluir, al menos desde mi empapado punto de vista; la posibilidad de aprender, de ver la grieta en una baldosa por primera vez y como el agua, humedecer la que veamos en el segundo, así nuestros pies no sufren tanto y sabremos salvaguardarnos de futuras grietas. Al fin y al cabo somos agua que fluye por un camino sin saber a ciencia cierta donde está la desembocadura que nos ampliará la perspectiva a un océano de posibilidades…al menos eso se supone que es vivir, nacer, caminar, tropezar, aprender, y volver a caer…lo de comer y follar, y también reproducirse, viene por distintas partes del camino.

            Sincero,  concreto, pensativo y acuático…cada uno refleja lo que siente, ¿no?

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