viernes, 7 de julio de 2023

#ViernEscrito 05. Quiero lo de esa mesa.

Seguro que en algún momento de tu vida has ido a un restaurante con un plato en mente. Has estado todo el día saboreando ese plato, salivando con esa salsa que es la base de una cena divertida, y la alta expectativa de esa pequeña rama de tomillo que resulta la guinda del pastel.

Y cuando estás con tu compañía, buscando ese plato, de repente, observas algo mejor en la mesa de al lado, y automáticamente quieres ese plato, sin importante lo que tienes delante (o a quién tienes delante. De eso he sido consciente mientras esperaba en un restaurante a unos amigos con los que quedé a cenar.

Observaba como dos chicos en la mesa de al lado tenían una cita, y automáticamente pensé ‘’quiero eso’’ y, como si tuviera a mis mejores amigos preparando la colleja, a los pocos segundos reaccioné y pensé ‘’¿quiero eso?’’, mejor dicho ‘’¿quiero eso...ahora?’’. Claro que me gustaría tener un compromiso, pero me encuentro en un momento clave de mi vida en el que, o cojo las riendas, o como me deje llevar el trompazo va a ser más sonado que los escándalos eméritos.

Reflexioné entonces, en como podemos tener ese autocontrol, y como de repente, si nos dejamos llevar por el impulso, podemos tirar nuestra vida a la basura. Como la persona que por quitar las fotos de su familia, y echar un polvo con el/la amante, tira por tierra lo que tanto cuesta construir. Por un impulso, hola consecuencia.

Buscando información sobre lo que argumento, como siempre descubriendo América, he encontrado que se le llama el Síndrome de la Pieza Faltante, qué buen nombre la verdad, me parece el idóneo. En el enlace anterior se explica a la perfección y de forma muy clara para quien no esté familiarizado con el mundo de la psicología y la investigación científica.

Digo que me parece el nombre idóneo porque, en apariencia y yo el primero, es como si viéramos la vida como un puzzle, contemplamos las piezas midiendo lo que queremos llenar pero, si jugamos con un puzzle de 500 piezas, ¿qué hacemos cuando descubrimos que el que nos define sólo tiene cuatro?.

En mi propia piel habré experimentado esa sensación varias veces a lo largo de mi joven vida (si vivimos más 35 son como 20 ¿no?). Por lo que comprendo por entero ese síndrome, no se llega a ser consciente de cómo podemos dañarnos, y dañar, al dejarnos llevar por ese impulso de lo nuevo, y una vez recibido lo nuevo, echamos de menos lo que de verdad queríamos.

Y, ¡ojo!, no digo que sea malo desear algo nuevo, al contrario, opino que buscar nuevas experiencias que nos apetezca probar, puede ser la mejor forma de llegar a conocernos a nosotros mismos; lo que quiero decir es que, lo que pidamos, sea porque de verdad queramos pedirlo, no porque sea la novedad que sigue la gente, o el conformismo en el que nos sentimos grandes.

Siendo conscientes de que no conseguir la meta, no significa motivo de derrumbe, sino oportunidad de encontrar otro camino para obtener lo no conseguido. Y esto debo decirlo con la boca pequeña, básicamente porque he pecado de ello, pero en el momento de no valorar lo que tenía en el presente, automáticamente era rechazado por mí al focalizar mis energías en llorar lo que no tenía, sólo por no tenerlo, nadie sabe si llegará.

El problema surge cuando te das cuenta que esa aventura desaprovechada, ocasiona un daño que difícilmente puede ser reparado, al fin y al cabo, romper una ilusión no tiene pegamento que lo arregle, son las cicatrices que se quedan en el alma, cuyo único beneficio es enseñarnos lecciones que, como las propias cicatrices, son nuestras para siempre.

Por mi experiencia puedo asegurar que si no aprendemos nuestras propias lecciones y no nos dejamos claro qué es lo que queremos pedir y qué es lo que pretendemos alcanzar, podemos autosabotear nuestra emoción y ser un agujero negro cuyo único fin es el de absorber nuestro entorno por no querer ser conscientes de que si algo no lo hemos pedido bien, es consecuencia de nuestras propias decisiones (decir que es culpa nuestra puede sonar severo, y perfectos no somos nadie).

Pero por otro lado ¿qué sería de la vida sin la toma de decisiones?, al fin y al cabo se le debería de llamar reto, si alguien la ha tenido fácil, o no ha tenido un gran problema al que hacer frente, o no se ha arrepentido de una decisión, que levante el comentario. Pero mientras sepamos qué es lo que querremos pedir el próximo día, saboreemos bien lo que tengamos en el presente, y seamos fiel a nosotros mismos.

Ya que esa es, a mi modo de ver la vida, la única forma de realmente disfrutarla, pensando tú, opinando tú y pidiendo tú. Ya lo he dicho alguna vez, mientras no afecte a nadie, ni hagas daño, la libertad de ser tú mismo disfrutando tu presente, es una de las mejores sensaciones de realización que puede experimentar el ser humano.

Como siempre pongo una canción que me ayude a expresarte lo que quiero decir, en este caso, mi cambio de filosofía está en Soñaré – Rosana, al final del día, lo que nos queda es la gente que nos apoya, sea familia, amigos, novio, compañeros del trabajo; si lo que más vale en el mundo no se compra con dinero, pues voy a dedicarme a disfrutar de lo que he conseguido, de la gente que me cuida y me dejan que les cuide, y el resto, ya llegará, y si no llega, será que no tiene que llegar.

Dedicado a los que diseñan un objetivo y luchan por ello, a los que saben cuándo es el momento de pedir, a los que saben cuando arrepentirse, y los que saben que, para disfrutar de lo nuevo, siempre hay tiempo. Porque #ViernEscrito está lo que tiene punto y final. 

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